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  Maestra inigualable
 
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Maestra inigualable
Si educar es convertir a alguien en persona, no ha existido maestra más grande que Anne Sullivan (1866-1936). Ella logró sacar a luz la inteligencia de Helen Keller, una niña sorda, muda y ciega que se convirtió en una brillante escritora, pensadora y luchadora por la educación de las personas con discapacidades. Sin la intervención de Sullivan, el potencial intelectual de Keller (1880-1968), habría quedado atrapado por siempre en la noche. Anne Sullivan Macy (nacida Johanna Sullivan Mansfield) fue hija de una pareja irlandesa muy pobre establecida en Massachusetts, EE.UU. Su madre murió de tuberculosis cuando Anne tenía 8 años. Su padre, alcohólico, era incapaz de sostener a sus hijos y por eso Anne y Jimmie, su hermano pequeño, terminaron en un orfanato. Allí murió Jimmie y a Anne se le agudizaron los problemas de visión que sufría desde los cinco años a causa de una enfermedad. El padre Barbara, capellán de un hospital cercano, se ocupó de que Anne empezara a recibir atención adecuada y, tras varias operaciones, recobró algo de visión, en 1881. Para entonces estudiaba en la Escuela Perkins para ciegos, donde se graduó con altos honores y se especializó en el alfabeto manual. Samuel Gridley Howe, fundador de Perkins, la animó a trabajar como institutriz en casa de los Keller, en Tuscumbia, Alabama, para que se hiciera cargo de Helen y Sullivan lo hizo. Las primeras dos palabras que le enseñó a esa niña de 6 años fueron “muñeca” y “agua”. Para 1888, su alumna escribía, leía y hablaba. Ingresó a estudiar en Perkins y, tras pasar por varias prestigiosas escuelas, se graduó en Radcliffe, en 1904. Al año siguiente, Anne se casó con el profesor de Harvard, John Albert Macy, que había ayudado a Keller con su autobiografía “La historia de mi vida” (1902) pero el matrimonio duró poco. Anne Sullivan quedó completamente ciega en 1935 y murió al año siguiente, a los 70 años. Helen la sobrevivió y fue una mujer muy influyente hasta su muerte. En 1925 en una reunión del Club de Leones de Ohio dijo de Anne Sullivan “una pequeña palabra pronunciada con las señales de los dedos de las manos de otra persona, como un rayo de luz nacido en otra alma, llegaron hasta la oscuridad de mi mente y pude hallarme a mí misma, hallar el mundo, hallar a Dios. Y ahora puedo trabajar por mí y por los demás porque mi maestra pudo entenderme y pudo irrumpir a través de la oscuridad, de la prisión, del silencio en que me encontraba”.
 
 
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